REFLEXIÓN
Lucas 8:43-48, Mateo 9.18-26; Marcos 5:21-43.
CUANDO LA FE VENCE LA VERGÜENZA
Este relato nos muestra unos de los más maravillosos milagros que Jesús obro, cuando estuvo aquí, y que puede obrar hoy en nuestra vida.
Así lo hizo, con una mujer que padecía de una hemorragia desde hacia doce años. Aunque, la situación de ésta era, “muy diferente” a la que hoy podría enfrentar cualquiera de nosotras.
Hoy, hablamos de una menstruación con total libertad, pero, en aquella época según las leyes de higiene, dadas a Moisés en levíticos 15: 25-30, la mujer cuando tenía su ciclo menstrual era considera inmunda.
Todo lo que tocaba en aquellos días: muebles o personas, era declarado inmundo. Al terminar la menstruación debía presentarse el sacerdote y llevar sacrificios a la puerta del tabernáculo de reunión y allí sería purificada.
Todo esto, en situaciones normales; cuando tenía una enfermedad debía presentar sacrificios tras sacrificios y no podía acercarse a nadie. Así se encontraba la mujer que tocó el borde del manto de Jesús.
La vergüenza de doce años que la lleva a Jesús
Lucas y los otros evangelistas, narran el mismo hecho con pequeñas diferencias entre sí, pero coinciden en que el sufrimiento de ésta mujer era tremendo. Doce años, cargó con esta culpa, ignoramos si era casada o soltera, también la edad; lo que sí podemos imaginar era su debilidad, su vergüenza.
Pero esto, la llevo a desarrollar una gran fe, que la acerco a Jesús. ¿Cómo sería su vida? Sin duda alguna que muchas caricias no recibiría, que la soledad y desamparo no habían atado sus manos y sus pies. Ella había acudido a los médicos.
Marcos dice en el Capítulo 5 versículo 26: “Y había sufrido mucho y de muchos médicos… y había gastado todo lo que tenía y nada le había aprovechado, antes, le iba peor”
(Versión Reina Valera 1960)
La de la oscuridad a la luz
Hay algo que es revelador, y es la actitud de esta mujer condenada a la oscuridad por la ley que regía y la declaraba inmunda por su enfermedad que durante 12 años la había privado de todo; solo el sufrimiento era su compañero la decepción ante todo tratamiento médico, los otros evangelistas aclaran que sufrió a causa de los médicos, que ella había perdido todo. Pero Jesús vino a traer la salvación para los que estaban condenados por la ley que era el dedo acusador de Dios sobre el hombre desde la caída
Del hombre en el Paraíso.
Pero Dios en su gran amor envió a su Hijo para morir por los pecados de los hombres y traer esa luz y amistad con Dios; pero pocos creían en Jesús es más era rechazado y de hecho lo crucificaron.
Pero esta mujer tuvo el valor, la fe y el coraje de acercarse a Él.
Veamos como lo hizo.
Dice Lucas en el capítulo 8 v. 44
“Se le acercó por detrás, y tocó el borde de su manto; al instante se detuvo el flujo de su sangre.”
El temor a ser descubierta fue la que lo llevó a ir por detrás de Jesús, para que éste no la viera. Ella conocía su condición, necesitaba todo el valor del mundo para hacer esto.
Mateo dice en el Cáp. 9 v21 que la mujer pensó que si tacaba el manto de Jesús seria salva. Es importante destacar esa actitud de pensar que ir detrás de Jesús y a sus pies, es la mejor postura que puede tomar una mujer que necesita algo de El.
Frente a esta mujer había una multitud la cual la hubiera apedreado, golpeado, pero sin embargo ella tenía la fe suficiente para saber que Jesús podía quitar de ella todo lo inmundo.
Muchas veces como hijas de Dios a nuestro alrededor aparecen multitudes de problemas, pruebas enfermedades, persecuciones, malos tratos, pero lo hermoso es saber que a los pies de Jesús seremos protegidas, esto es en la oración, la adoración.
Ahora veamos la actitud de Jesús. Si leemos el v45 y 46, Jesús conociéndolo todo, le da la oportunidad de que ella salga a la luz, cuando pregunta: “Quién es el que me ha tocado” y se arma una confusión con los discípulos. Esta confusión la hace reflexionar de que no quedó oculta y temblando le declaró delante de todo el pueblo por que causa le había tocado y como al instante había sido sanada.
En el v48:” y Él le dijo Hija tu fe te ha salvado, ve en paz.”
La intención de Jesús era no avergonzarla ni enojarse con ella, sino permitirle que ella testificara delante de todo el pueblo, que ya no sufriría más el desprecio, porque estaba sana. Si Jesús no hubiera hecho esto esa multitud no le hubiera creído porque a muchos creían en Jesús; pero estaba los que no creían en Jesús; es mas lo perseguían, ¿Qué hubieran hecho si esta mujer declaraba por su cuenta, sin que Jesús la dejara declarar al pueblo? Lo mas seguro es que de no haber actuado así Jesús, ella hubiera quedado en esa oscuridad, pero Jesús tenía toda la intención de exaltarla para la gloria de Dios.
Esto es lo que nos va a ocurrir a nosotras cuando vallamos detrás de Jesús a sus pies, el hará ver el cambio. El mostrará su obra en nosotras. El es nuestra defensa, nuestro salvador, muchos podrán acusarnos, tratarnos mal, despreciarnos, juzgarnos, pero cuando estamos a sus pies Él nos saca de la oscuridad a la luz.
PARA PENSAR:
Son los sufrimientos, las pruebas, el dolor, la enfermedad; la que muchas veces nos llevan a los pies de Jesús.
Somos sus hijas y Dios se va a glorificar a través de nosotras. Y nos va a sacar a la luz, para llevar esa luz a otras mujeres, que por distintos motivos están en la oscuridad.
Simplemente entregando un tratado, orando por nuestras vecinas, que no tiene hemorragia de sangre quizás, pero sí muchas lágrimas porque hay algo que les impide ver a Jesús.
¡Que Dios nos Bendiga!
Reflexión: Mirta Barolo de Acuña.
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