miércoles, 30 de noviembre de 2011

Cuento "Los Cómplices"

 L

a mañana lluviosa de otoño, el viento que furioso  embiste con perseverancia contra los cristales de mi ventana, los álamos, ya harapientos (todo) trajo a mi mente el recuerdo de Malena; pero no la del  tango, sino la de aquella  amiga que hace ¡Tanto tiempo! no veo.

Malena era una mujer de mediana estatura, cabellos castaño claro, ojos color almendra que siempre miraban al cielo. Ella sostenía la idea; como solía contarme que había una escalera que conducía al cielo, en la cual existían descansos tapizados con suave vellón, para que cuando alguien se cansaba en el ascenso continúo; pudiera descansar y reflexionar al mismo tiempo.

Quiero aclararles que era muy realista y sabía que también había escaleras que descendían, laberintos, caminos, callejones; pero ella pensaba como el famoso psicólogo Enrique Pichon Revière que decía: “no existe el callejón, sin salida. Si se encuentra en uno de ellos debe salir por donde entró” y ella decía: “que cuando alguien caía en un pozo siempre lo sacaban por arriba”.

También pensaba que la escalera al cielo era la santidad, sin la cual nadie vería a Dios. Afirmaba esto con mucha vehemencia y me decía: “Eso lo dice Dios en su Palabra”

 Siempre intuí en ella, un extraño halo de soledad. La conocí en una verdulería haciendo sus compras y yo las mías, a mí se me había caído mi sombrero y ella corrió a buscarlo sin importarle el viento y su monedero olvidado sobre un cajón de verdura, el que cuidé con mucho cuidado. Ese fue nuestro primer encuentro; el otro fue en una biblioteca del pueblo donde viví lo suficientemente como para que alguna tarde; tomáramos un té calentito, en alguna confitería con olor a roble antiguo, como la fragancia que impregna este recuerdo.

Cuando le pregunte a que se dedicaba  con un tono tímido respondió que era una cazadora de imágenes; cosa que sonó muy rara a mis oídos, pero que al mirar sus ojos, tuve la certeza que era verdad. (No me pregunten porque) Me dijo que su esposo era un aprendiz de pintor de cuadros y que ella ya sea con su cámara de fotos o guardando las imágenes en sus ojos; lo ayudada a pintar, solo bastaba el hecho que él mirara sus ojos o las fotografías que ella tomaba; y así podía pintar. Sin ser una profesional; sino por el contrario una ama de casa ¡qué no es una cosa simple! En una de nuestras charlas me contó una  experiencia preciosa, vivida en esto que ella llamaba “cazar imágenes deteniendo el tiempo”. Me contó esta historia con tanta alegría, ignorando que luego su vida pasaría por muchas angustias, traiciones, enfermedades, estafas y pérdidas. (Todo esto en un tiempo muy breve; pero que no lograron vencerla).

Ahora quiero compartir con ustedes esa historia que me contó con alegría.

Relató que una mañana de otoño; venía con sus pesadas bolsas de hacer compras y a unos pocos pasos de llegar a la esquina; la suave brisa introdujo en sus oídos como una fina brizna el sonido de los ejes crujientes de un carro. Ella cansada dejó sus bolsas en el piso y tomó  un pequeño descanso… al  instante vio aparecer un viejo carro tirado por un rocín, viejo pero no por viejo poco encantador, el carro de color azul, hoy diríamos patinado, en realidad estaba gastada por el tiempo, la lluvia y el sol.

Lo conducían dos ancianos, que pegaditos unos al otro apenas sostenían las riendas y por detrás los seguía un perro rengo, de pelaje marrón y blanco;  de andar lento y cansino.
Sus ojos se fijaron en` esa estampa única e irrepetible, el charret con dos seres tan especiales. No solo por la paz que le transmitieron sino por la lentitud de su marcha en medio de un mundo que viajaba a una velocidad impresionante. Donde aviones supersónicos que atravesaban raudamente el cielo; a una velocidad de mil kilómetros por hora y de más también. Las compras en los hipermercados se hacían en patines (por los menos los repositores de las góndolas) o las mujeres que corrían a las altas pilas de  las ofertas del día, del segundo, del minuto o de la hora.

Esa era una estampa digna de ser atrapada y pintada para dejarla grabada en el recuerdo; para que el hombre pudiera saber que un día hubo quietud, pausa, calma e intervalos en el mundo. Que esa imagen dejara ver que los árboles; como el arce, el palo de hierro, sentían la necesidad de  dejar caer sus hojas amarillas, rojizas, marrones para acariciar el rostro de alguien, deslizarse sobre el lomo de un caballo o quedar sobre la lona de un carruaje. Malena se quedó quieta, sin medir el tiempo, simplemente quería atraparlos en sus ojos para que su esposo los estampara en un lienzo.

Los miró hasta que en esa tibia mañana de otoño se perdieron lentamente… calle abajo; dejando la  suave marca que solo puede dejar un esfumino. Malena llegó a su casa; en silencio sirvió la mesa con una tierna sonrisa.  Esteban, su esposo la miraba con los ojos llenos de amor y compasión y le decía: “¡mi vida! ya me voy a poner a pintar. No te preocupes y comé  sé que temés llegar tarde;  por la noche voy a contarte lo que hoy vi en una esquina. ¡Dale! Contame. No, respondió ella, por la noche ¡mi amor! , por la noche. Así comieron y se despidieron con la ternura de siempre.

Malena al marcharse Esteban, podía oír en su casa como en una caracola el sonido de su respiración que rebotaba en  los silenciosos rincones de la pequeña casa.
Esa tarde pensó en esa imagen mientras realizaba las tareas de su casa, por la noche al llegar su esposo, cansado cenó y ella intentó contarle lo que había visto
ese día; pero fatigado por trajín se quedó dormido. Malena apagó la luz, cerró los ojos y durmió. (Sabía que a la mañana siguiente el no estaría a su lado). Así fue Esteban partió muy temprano para el trabajo y ella quedó dormida.

La despertó el antiguo reloj, abrió sus enormes ojos color almendra, se desperezó y salio a caminar por la hierba, pisando hojas amarillentas, marrones, rojizas, se sentó en una piedra junto al arroyo que serpenteaba y cantaba muy cerca de su casa; donde un nogal dejaba caer sus nueces como un gran cuentagotas. La cazadora de imágenes, mojaba sus pies en el agua cristalina que corría serenamente acariciando piedras de todos colores, formas y tamaños; mientras imaginaba los lienzos que su esposo pintaría; en tanto que un jilguero y un gorrión se disputaban unas migas de pan en el húmedo suelo. Luego de este precioso paseo, Malena regresó a su casa a esperar a su esposo.

Muchas mañanas se repitió esta escena.
Una tarde estaba ordenando fotos, eligiendo, paisajes, escenas para guardarlas en una caja de malaquita verde. La persianas de la casa estaban bajas (era el fin de la siesta, algo que para ella era muy importante; porque consideraba saludable dormir siesta y además aseguraba que de esa manera dividía mejor el tiempo)…En ese instante oyó un ruido en la vereda… era el crujido de los ejes de un carro; sosteniendo la caja con cuidado, la depositó sobre la mesa y se dispuso a escuchar con mucha atención.

No era normal,  porque a su casa  la visitaba muy pocas personas y menos a esa hora; con mucha cautela levantó la persiana y llena de alegría no podía creer lo que sus ojos veían, allí estaban ellos: el viejo rocín, el perro rengo blanco y marrón y el charret. Su corazón comenzó a palpitar muy rápidamente, sonreía, frotaba sus manos con ansiedad buscando las llaves, por fin las  encontró y fue a recibirlos. Ellos entraron mansamente y ella los abrazó como se abraza a un gran amigo que durante un tiempo hemos anhelado encontrar. No le importó que la crines del rocín raspara su fina piel y el pelo del perro tuviera algo de espinillas.
 No le importó. (Ella tenía visitas y habían decidido ser retratados por su esposo, solo tenía que atenderlos como se merecían)

Era la hora de la merienda y  al perro le convidó unas galletas de anís que desde los dientes  demoledores despidieron una fragancia que impregnó toda la casa. Al caballo lo invitó al parque y allí comió la tierna hierba, luego de pisar la menta que exhaló su esencia delicada por todo el parque. Malena se sentía feliz.

Cuando llegó su esposo, la miró a los ojos y sonriendo le dijo: ¡Mi amor tenés los ojos con muchas imágenes! A lo que ella murmuró…  pero soy dichosa, no me cansan, solo me llenan de sueños. Ya voy a pintar aseguró Esteban. La cazadora de imágenes secó sus manos en el delantal y acarició el rostro de su esposo y lo besó en la frente, miró hacia el costado y les guiñó el ojo a sus cómplices; que ya tenían nombre, porque esa misma tarde los había llevado al arroyo y había sentido la enorme necesidad de llamarlos por el nombre. Al rocín lo llamó  Blue y al perro Polo. Ellos estaban muy cómodos en el lugar…Esteban y Malena se fueron a dormir y los cómplices también.

El matrimonio ya no se veía; él cada día regresaba más tarde del trabajo porque había muchísima producción, solo se saludaban cuando él llegaba; pero a ella esto no la enojaba; al contrario tenía más tiempo para examinar imágenes y a agruparlas por color, por clase de paisajes: solitarios, poblados, coloridos, con árboles o totalmente desforestados; charlar con Blue y Polo, jugar en el arroyo y guardar imágenes en cajas de plata muy antigua y labradas o en las de su preferencia (las de madera tallada).

La casa era especial; porque estaba diseñada con elementos y formas antiguas y modernas. Desde una lámpara de 1889 a una del 1998, el ropero de los años cincuenta y un tocadiscos de los sesenta, por eso a ella no le molestaba que los pocos vecinos vieran el viejo carro atado en la puerta de su casa.

Malena pasaba mucho tiempo hablando de esto con Blue y Polo aunque ignoraba si a ellos les interesaba o entendían estos de guardar objetos antiguos; como lámparas o cajas de plata, madera o si comprendían  su tarea de cazar imágenes para atrapar el tiempo. Quizás porque intuía que los dos ancianos que conducían el carro aquella mañana eran recicladores de cartón, lata, hierro, bronce, papel.

Muchas veces los acariciaba y les preguntaba por sus amos. Blue solía agachar su cabeza dejando caer su flequillo sobre sus ojos romboidales color turquesa, desde donde se deslizaba una lágrima y era en estos momentos que ella pensaba que sus amos no habían muerto, de ser así ellos estarían en la puerta del hospital o en otro sitio; entonces lo acariciaba y sentía el temblor del cuerpo del animal recibiendo esa caricia que borraba todo un tiempo de sufrimientos, duros trabajos bajo la lluvia, el sol y el viento. En cuanto a Polo la relación era más estrecha, a él le gustaba echarse junto a la vieja estufa de leña, jugar corriendo carreras ganándoles a las nubes en las siestas, Jugando a la rayuela, en las piedras del arroyo, donde Malena saltaba de la tierra al cielo y del cielo a la tierra; era un juego que le a ayudaba a mantener el equilibrio; porque muchas veces se olvidaba que estaba en la tierra; con tantas imágenes y tantos sueños y otras peligraba olvidarse del cielo.

Cierto día, Malena estaba haciendo las cosas de la casa con alegría y colocó en el viejo tocadiscos un disco  larga duración con himnos evangélicos del cantante Nazareno Gary Moore; noto que Polo gemía y ella con una amplia sonrisa le dijo  que apostaba que lo había escuchado en la puerta de algún templo y Polo movió su cola, ella bailaba y él la seguía por toda la casa.

 En otra oportunidad, Blue estaba muy inquieto, iba al arroyo y volvía, salía al jardín y comenzaba a comer rosas y no hacía caso de los (no enfáticos de Malena) no discriminaba nada, le gustaban las rosas blancas, las matizadas, las amarillas, las rojas, pisaba las lavandas y cuando volvía del arroyo todo mojado ensuciaba la casa. Otra día lo encontró husmeando los libros y Malena con angustia le llamó la atención, cosa que parece haberle dolido mucho a ambos; habían aprendido a convivir, eran cómplices en la soledad, el abandono, las risas, los juegos; pero tenía que ponerles límites de lo contrario le iban a romper la casa.

Una mañana, Malena  miraba por la ventana como se esfumaban unas nubes rosaditas como la piel de un bebe. De pronto oyó el ladrido alegre de Polo y unas corridas por el parque; se asomó por el ventanal que daba al arroyo… y ¡Oh sorpresa! En el parque pudo ver un gran círculo, como la pista de un circo. Saltó de la cama y salió a ver que ocurría, era Blue que con ramas, madreselvas, jazmines y ramas con nueces del antiguo nogal; se había hecho algo semejante a una pechera de circo y daba vueltas y vueltas elevando su cola como un plumero.

Malena lo miraba asombrada porque un rocín es un caballo tosco y de trabajo; pero a Blue eso no le importaba; el también tenía sueños y sabía que a Malena no le molestaba que ellos soñaran. Ella con serenidad se unió a ellos y por momentos vio que Blue  recuperó parte de su juventud y Polo ya no cojeaba tanto. Totalmente convencida les dijo que los sueños son los que nos dan juventud y belleza.
Ya cansados de jugar se fueron al arroyo.

Por la tarde ella comenzó a pensar que Esteban tenía que plasmar a los cómplices en un lienzo; por la noche cuando llegó se lo dio a entender; pero éste se retiró a dormir sin siquiera hacer un bosquejo. Malena, muy triste y muy cansada hizo lo mismo.

Durante varios días se mantuvo en silencio, su andar era lento y su relación con Esteban era distante, ya casi ni se saludaban; él lo único que hacía era mirar los enormes ojos color almendra, tocarle la nariz con mucho amor y sonreírle; ella no podía distinguir si le sonreía a ella o las imágenes que contenían sus ojos; por eso permanecía quieta, callada y solo rompía el silencio de la casa con un profundo suspiro.

Pasado un tiempo,  desde su cama miró hacia la biblioteca y vio a Blue que con el hocico estaba sacando los libros de los estantes, ella se acercó vencida por el cansancio; lo acarició, acomodó los libros y giró para mirar a Polo. Este dormía como profundamente con el cuerpo pegado a la estufa a leña.
De entre los libros viejos que ella coleccionaba, cayó un Jazmín que perfumó toda la habitación. Malena cerró los ojos y recordó el pacto donde el jazmín estuvo presente, parecía mentira; pero ese aroma  abría la puerta aun recuerdo, (una nueva imagen apareció) evocaba su época de estudiante hubiera ingerido una  infusión mágica. Se sintió mejor, desayunó y se dijo a si misma; en voz alta, que no se podía organizar una casa, una vida, con un caballo y un perro  adentro.

Levantó la persiana y comenzó a separar las hojas amarillentas de lo que era o había sido una carpeta. (Apoyada en la mesa olía y deslizaba sus manos sobre las hojas) fijó sus ojos en el almanaque como quién mira el horizonte desde la orilla del mar y se pierde en un ensueño. Así se instaló en una esfera luminosa y lejana; donde nadie pudiera encontrarla; un lugar a donde ni su propia sombra pudiera seguirlas.

(Ignoró el tiempo que transcurrió) Se que en un momento la despertó un ruido en la calle y sobresaltada abrió la ventana y un viento helado golpeo su rostro y escuchó el crujir de los ejes de un carro y el crash…, crash… de las patas de un animal en la calle escarchada. Desesperada salió a la calle y vio como partían  sus cómplices;… despacito marchaban calle abajo, tuvo la intención de llamarlos, pero solo atinó a cubrirse y secar sus lágrimas, apretando sus labios dijo: Blue, Polo, mis cómplices, mis amores, nunca voy a saber si fuimos  prisioneros o fugitivos de un cuento. Entro en la casa, salió al parque, fue al arroyo todo estaba congelado como en una fotografía se congela el tiempo. Dentro de la casa quedó un manuscrito sobre la mesa.

Aquí termina ese relato que Malena me contó con alegría. Después de un tiempo me marche del pueblo; pero por período nos carteamos y nos llamábamos por teléfono, hasta que no supe más de ella, quizás aun continúe cazando imágenes o esté prisionera o fugitiva en un cuento.








Autora: Lareana
Derechos Resevados

viernes, 18 de noviembre de 2011

Cuando oramos le damos lo mejor a Jesús y lo mejor de Jesús a los que lo necesitan.

Reflexión

S. Lucas 10:38-42(Biblia Reina Valera 1960)


Cuando oramos le damos lo mejor a Jesús y lo mejor de Jesús a los que lo necesitan.

“Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies, oía su palabra.
Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”

Como vemos en este relato, Jesús se encuentra en la casa de dos hermanas; María y Marta.
Todo el ambiente nos da a entender, que era muy amigo de esta familia. En lo que muchos comentaristas no se ponen de acuerdo, es porque no estaba con los discípulos; pero en otra oportunidad Jesús ha estado a solas; por ejemplo con la mujer samarita, relatada en
S. Juan 4. Es necesario aclarar esto, porque destaca la manera en que Jesús trataba con las mujeres, que en época eran tan discriminadas, nunca podían estar cerca de un maestro de la ley. Vemos que Jesús rompe con esta estructura religiosa.

Lo cierto es, que Jesús estaba con estas dos hermanas, Marta que era muy laboriosa, casi con ansiedad por servirlo de la mejor manera, y María por estar recibiendo la enseñanza a los pies de Jesús.
Marta, como vemos en el versículo 40; lleva más que una queja, hace un reproche a Jesús diciendo: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola?...” y seguidamente viene la orden a Jesús. Dice: “dile pues que me ayude…” Aquí vemos cierto grado de confianza.

Lo más conmovedor es como le responde Jesús a Marta; él le dijo: “Marta, Marta afanada y turbada estas con muchas cosas”. Si bien Marta estaba airada, Él la lleva a una reflexión de lo que significaba estar con Él, de la manera que Él quería y lo que le agradaba, y se lo hace saber a través de una respuesta impregnada de ternura: “pero solo una cosa es necesaria y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”

¿Cómo nos dirigimos a Jesús?

Sabemos que ser mujer es la condición más preciosa que Dios nos ha dado, ya sea como: amas de casa, pastoras, médicas, maestras, abogadas, relacionista públicas, solteras, casadas.
Pero debemos saber que somos diferentes, cada una conlleva un perfil, un determinado carácter determinada manera de hacer las cosas, una somos más activa y otras más pasivas. Pero cuando nos dirigimos a Jesús y le servimos debemos hacerlo de la manera que es Él le agrada, (versículo 42) dice: “María ha escogido la mejor parte la cual no le será quitada”.

La buena parte es estar a sus pies:

Observamos, que en ningún momento Jesús elogia el carácter de María, sino; que elogia la actitud. Tampoco condena a Marta, sino; que la hace reflexionar, cuando le dice:
“Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.”

¿Cuántas veces nosotras nos vamos a encontrar en una situación igual?
Queremos servir al Señor y a la vez no nos dirigimos bien a Él y a los demás porque estamos nerviosas. Tenemos: la cocina llena de cacerolas, nos movemos en un sendero de medias tiradas, toallas húmedas; nos ilumina un sol pálido, a la vez, queremos estar presentables para nuestro esposo, que nos dejan determinadas tareas.
Ellos también nos dicen, por ejemplo: compra la canilla, fíjate que se quemó la lámpara de afuera, mira que aquella planta le falta agua…
Ah!!! No te olvidés que viene el hombre que corta el pasto y que ponga todo en una bolsa y que deje todo prolijo, llama al municipio y pedí que retiren las ramas de la calle…
¡Y de repente! te mira y con piedad te dicen: ¡Pobrecita! ¿No te hiciste la tintura? Te dan un beso en la frente y se van a trabajar.


Es natural que muchas veces estemos afanadas y turbadas, eso hace que nos dirijamos a Jesús de la misma manera que lo hizo Marta, nos quejamos, le damos órdenes, como por ejemplo: ¡Señor… hace callar a ese perro!!! ¡Escucha a la vecina, el volumen con que escucha esa música me está perforando los oídos!!!Justo que yo quería descansar, Señor! ¡Hace que se corte la electricidad!!! No te asustes. Son reacciones meramente humanas.

En estas situaciones es cuando comenzamos a alejarnos de la oración; porque cuando reaccionamos sabemos que el enemigo todo el día está culpándonos (Apocalipsis 12:10) y no solamente que lo sentimos; sino que nos lo hacen notar diciéndonos: ¿y vos sos cristiana? esta culpa nos trae enojo y el enojo es el mayor de los tropiezos, para la vida de oración. Pablo dice: que no se ponga el sol sobre vuestro enojo, resistid al diablo y éste huirá de vosotros.

En estos momentos es donde debemos humillarnos, y recordar que la buena parte es escoger estar a los pies de Jesucristo. Él nos va a tratar con la ternura que trato a Marta, nos hará reflexionar, a través del toque del Espíritu Santo; tendremos un precioso encuentro
que nos mostrará el camino a seguir. Quizás nos haga falta orar con nuestros esposos, si son cristianos, y delegarle lo que a ellos le corresponde.

Muchas veces tenemos la tentación de hacer el trabajo que otros tienen que hacer, porque cuando nos ven activas es cuando más trabajo nos dan; pero cuidado podemos agotar nuestras fuerzas para las épocas como la que ahora estamos viviendo donde se necesita mucha oración hay personas que está sufriendo en hospitales, otros en las calles olvidados, otros ignoran el flagelo de la gripe A por ejemplo.

No podemos ignorar que esto nos trae más tensión en nuestro hogar, hay más cuidados que antes necesitabas y necesitas las fuerzas y estas se encuentran a los pies de Jesús.

A los pies de Jesús hay frutos

Vivimos en una sociedad, totalmente amargada, desanimada, enferma de ambiciones y poder que necesitan conocer a Jesús, recibir la salvación de su alma, la violencia ocupa todas las calles, los hogares incluso cristianos. Personas totalmente desprotegidas que necesitan los frutos que nos provee Jesús a través del Espíritu Santo y esto ocurre en la oración, allí es donde recibimos lo mejor de Jesús y podemos darles lo mejor de Jesús a todos los que lo necesitan. Pero los frutos deben estar en nosotras (Gálatas 5:22-23) Dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, fé, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”.
En esta relación con Jesús, seremos restauradas y la Imagen de Jesús se verá en nosotras.

PARA PENSAR:

Muchas veces por falta de oración ¿has notados que nada podemos aportar es esta sociedad, que vive sin Dios?
¿Reconocemos delante de Jesucristo que estamos casi en el umbral de su segunda venida?
Argentina, está sufriendo problemas económicos, tuvimos el flagelo del dengue, ahora la gripe A.
Sentarte a los pies de Jesús, tendrás demandas ¿estamos preparadas para socorrer a los necesitados? Acercar un tratado, orar por los que están trabajando en lugares donde la gripe A está haciendo estragos. ¿No crees que la oración debe ocupar el primer lugar al abrir los ojos cada día, y recibir la ternura de Jesús, las fuerzas?

Quizás no puedas estar en medio de esa actividad por diversas situaciones pero hay un lugar que nadie te puede quita y es estar orando, clamando porque hay mujeres que están dando a luz en lugares donde hay gripe A y esto me recuerda una frase que dijo Jesús en, Mateo 24:”más ¡ay de las que estén en cinta, y de las que críen en aquellos días…”.

Amada hermana oremos por nuestra Argentina, tomemos de las manos aún a distancia física y tomemos en nuestros corazones lo mejor de Jesús y brindémosle a los que no lo conocen lo mejor de Jesús. La Salvación...












Mirta Raquel Barolo de Acuña.

viernes, 11 de noviembre de 2011

QUE UN AROMA DE FLORES TE ENVUELVA

A pesar de la distancia la brisa puede traer en sus manos diáfanas, la fragancia de flores que a cada uno de nosotros nos recordará distintos momentos, calidos, tristes, alegres. A mi me traen las flores y hierbas aromas de mi infancia.

A La Nanita Nana Por Coro De Niños

jueves, 10 de noviembre de 2011

Amor en plenitud.

Jesús, amigo tierno, grande es
mi angustia Tú los sabes bien,
muchos mis dolores, mi temor también.
Quiero siempre tu presencia cálida poder disfrutar,
cuando a ti clamo con gran necesidad.
 
Por eso hoy te escribo esta oración,
por todas las tardes que me visitas
y me traes tu paz, esas manos tiernas
puedo yo sentir secando mis lágrimas y
con tu dulce voz decir La Palabra
y convertir en alabanza mi gemir.

Me  enseñas a cantar en el dolor.
Y aunque muchas veces caigo en desesperación;
me ayudas a recuperar la paz.
A comprender que Tú eres mí amigo fiel;
que Tu guardas en paz a todos los que
en ti confían.

Hoy quiero agradecerte en esta oración.
Decirte ¡te amo tierno Jesús! , claro manantial,
luz matinal, amigo fiel, Amor en plenitud.





miércoles, 9 de noviembre de 2011

Dulce Adoración

Mi amado Jesucristo
para adorarte
con toda devoción
un silencio profundo hace
mi corazón, para oír del Espíritu
Santo su dulce voz.

Que su canto inunde mi ser
y suba fragante mi adoración
a tu trono sublime trino Dios.

Dulce adoración, impregnada
de amor; de impartida Santidad.
Nace la adoración,
Cuando mi alma se postra ante ti
Señor y mis labios musitan
Santo, Santo, Santo, trino Dios.


martes, 8 de noviembre de 2011

UNA GRAN COMPETENCIA


Competir es maravilloso, mirá con atención estos perros y gatitos, como verás hay cuatro gatitos y tres perritos, tirando de una soga¿ Cuál será el secreto de competir? Cuál será el propósito?
En mi opinión lo importante es jugar, competir. No importa si no ganamos. Otra opinión es que la competencia debe ser pareja sin sacar ventajas.

Paisaje de Neuquén

Un paisaje que nos traslada a la contemplación de las bellezas creadas por Dios; para nuestro descanso en un mundo que nos quiere llevar no por un camino sino por una carretera que solo nos aleja de EL

EL SAPO PEPE, POR ADRIANA

lunes, 7 de noviembre de 2011

A una niña

Hace un año, ha venido al mundo
una niña que le llaman Emma.
Es como una ardillita, dulce
suave, tierna.
Que trepa placares,
juega con la ropa de su abuela
está descubriendo el mundo Emma.

Para ella Dios me regalo
este poema,
para decirle: ¡Que la vida
es bella!

Cada día abrirá un paquete
con un regalo
un dia será un trompo
de muchos colores,
un osito, una muñeca.
Entonces ira creciendo
con el cariño de todos.

Tiene una abuela que
tejerá sus trenzas
para ir a la escuela.

Saldrán por las tardes
a correr carreras,
ganándole a las nubes
blancas y viajeras.

Emma, es mi gran deseo
que tu alma de niña huela
a madreselvas;
que impregnes al mundo
con fragancias nuevas.








miércoles, 2 de noviembre de 2011

Vellón vegetal

Crecías, verde y vigoroso, en el patio de la casa.
generoso, me distes sombra, poblaste mi alma con
pájaros azules y mariposas blancas.
Fuiste muralla en las tormentas y en mis juegos
un rincón de paz.

Niña solitaria, me aferraba a tus ramas para que
en las tardes tibias me acunaras.
Oía en tu abrazo el silencioso fluir de tu savia.

Santuario de pájaros, observatorio astral, desde
tus rejas barrocas pude espiar las estrellas,
la luna y en mis ensueños ver un ángel volar.

Cofre donde yacía en mi muerte lúdica,
con mi blanca mortaja, unas flores robadas
unas únicas lágrimas, las de tus hojas mansas.